La epidermis es la capa más externa de nuestra piel. Nos protege de los elementos nocivos del exterior (rayos ultravioleta, tabaco, contaminación, bacterias) y controla la permeabilidad (niveles de hidratación). Se compone de un tejido epitelial con tres tipos distintos de células. Los queratinocitos constituyen el 90 % de las células. Se encargan de sintetizar la queratina (presente también en el pelo), una proteína que protege la epidermis y su permeabilidad. Los otros dos tipos de células son los melanocitos (células pigmentarias de la piel que nos protegen de los rayos ultravioleta) y las células de Langerhans, que forman parte de nuestro sistema inmunológico. La epidermis se divide a su vez en cinco capas: la capa córnea, la capa translúcida, la capa granular, la capa espinosa y la capa basal. Las células de la epidermis se producen en la capa basal desde donde migran, se transforman y se especializan a medida que van atravesando las otras capas. En la superficie de la epidermis (la piel que vemos) se extiende una finísima capa compuesta de lípidos, grasa y sudor: el manto hidrolipídico. Este manto fortalece y ayuda a proteger la piel defendiéndola de las bacterias y evitando que la epidermis se reseque. Es en este nivel superior, donde los ingredientes activos y los tratamientos nutritivos despliegan su magia.