Lo más básico es cumplir con una higiene adecuada, con productos que respeten la integridad de nuestra piel con un ph que se acerque al fisiológico. Esta limpieza puede complementarse con el uso de un tónico que prepare nuestro rostro de cara a los tratamientos que apliquemos a continuación.
Existen muchos principios activos que nos pueden ayudar a controlar el acné. Algunos muy conocidos son el ácido salicílico, ácido azelaico, niacinamida o incluso antibióticos tópicos. Sin embargo, la familia de los retinoides es la que ha demostrado una mayor eficacia, posicionándolos como el tratamiento tópico de elección.
Dentro de esta familia el retinol es el principio activo más utilizado en los últimos años. El retinol nos permite obtener los beneficios dermatológicos propios de los retinoides sin producir tanta irritación en nuestra piel. Aún así, son productos que conviene utilizar con asesoramiento médico, ya que existe mucha diferencia entre la multitud de retinoles comercializados y un uso inadecuado podría hacer que nos quedemos cortos (no notemos nada) o que nos pasemos (suframos una gran irritación que nos haga imposible continuar con el tratamiento).
Y, finalmente, dependiendo del caso, puede ser necesario incluir medicamentos por vía oral, enfocados por ejemplo a controlar el componente hormonal del acné.